No sé a tí, pero a mi sí. Mi mal humor esconde miedo e intolerancia a no poder preveer. Y me confronta con mi vulnerabilidad una de las verdades más esenciales que nos constituye como seres humanos desde el nacimiento. Los budistas nos hablan de la impermanencia radical de todo, de la transitoriedad. Y vale, escuchamos (por lo menos yo) esas enseñanzas de la filosofía y psicología budistas en un esfuerzo por integrarlo. Porque dan en el clavo. Hay que «morar en ello» dicen. Caramba si cuesta
.De repente aparece una ola de incertidumbre en nuestras vidas como la actual e intentamos centrarnos en lo que sí que podemos controlar. Es lo que hay que hacer. Pero si resulta que nos parece que ese espacio es demasiado pequeño, ¡ay!
He dicho que la incertidumbre pone al desnudo nuestra vulnerabilidad que confundimos con debilidad. Por esto es nuestras empresas, en nuestra sociedad está tan mal visto. Todo el mundo esconde su vulnerabilidad, incluido a sí mismo. Pensando que sólo puede acarrearnos problemas.
Citaré a partir de aquí palabras de Brene Brown, doctora en Ciencias Sociales, pornunciadas en una de sus conferencias en Ted
«La vulnerabilidad es riesgo emocional. Incertidumbre. Es la medida más precisa de la valentía. Es el lugar donde nace la innovación, la creatividad, el cambio. Crear es hacer algo que no existió nunca antes. No hay nada más vulnerable que eso. La adaptación a los cambios tiene que ver con la vulnerabilidad»
Miremos y abracemos todas estas emociones de rechazo a la incertidumbre. No las evitemos y corramos a hacer lo que sea. Las emociones son nuestras aliadas. Nos preparan para la adaptación a lo que está pasando. ¿ Que mi mal humor para qué sirve? Para que mire qué más hay ahí. Y si lo que hay es miedo, quizás me esté avisando de que debo andar ágil pero despacito, observando bien, antes de precipitarme. Para poder ser creativa.