Mehr’: el «precio de la mujer» en el contrato islámico de matrimonio

NAZANÍN ARMANIAN

Publicado en Público el 2 de marzo, 2021

Según los informes oficiales, en la teocracia islámica de Irán unos 4.000 hombres divorciados se encuentran entre rejas por el impago del mehr a sus exesposas. ¡No, no se confundan! No significa que los ayatolás, por un milagro, se hayan vuelto feministas. Simplemente, están sacrificando a unos pocos hombres que han abusado de los amplios derechos que la República Islámica (RI) les ha regalado para mantener el sistema de apartheid contra la mujer iraní.

Aunque en Europa se confunde mehr con la dote (los regalos de la familia de la novia al matrimonio), se trata de un concepto radicalmente distinto. El término, de origen siriaco mahra, significaba «dinero de compra» y era entregado por la familia del novio y de forma voluntaria al «tutor» de ella. En la ideología trastornada patriarcal de aquellas comunidades el mero hecho de nacer mujer ya conllevaba un defecto genético que le convertía en inválida para participar en el poder y reclamar la mitad de todo. Aptas para ser convertidas en esclavas de algún hombre de por vida. Se trataba de una transacción entre dos hombres: uno vendía una mercancía y el otro la compraba. El precio dependía de la «calidad» del objeto y la situación del mercado con su ley de oferta y demanda.

‘Mehr’ en el islam

«Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres porque Alá los ha hecho superiores a ellas» (Corán, 4: 34). Que la mujer tenga un precio y sea cosificada se debe al estatus que le asigna este enfoque creacionista: ella existe «para que Adán no esté solo» (Génesis II: 18 y 22), y para que sirva a la «quietud del hombre» (Corán, 30:21), una supeditación que borra casi todos sus derechos humanos, incluida la vida. Si no obedece al hombre, él tiene derecho a humillarle y golpearle (Corán 4:34), y ella no puede denunciar los malos tratos, no sólo porque han sido recomendados por el propio Dios, sino también porque su testimonio carece de valor (4:11): tienen que ser dos musulmanas (o cuatros cristianas o judías) para que su testimonio sobre un mismo tema tenga el mismo valor que el de un musulmán varón. Lo mismo sucede con el derecho a heredar: recibirá la mitad que su hermano (2:282). La mujer, aunque fuera doctora en nanotecnología, será tratada por ley como una menor y necesitará el permiso de un varón para trabajar, estudiar, viajar, ser ingresada en un hospital, casarse o llevar a su hijo a urgencias. El velo sólo simboliza este estatus de subgénero de la mujer. La institución de familia en Irán es la imagen del Estado: un hombre todopoderoso, con una serie de derechos absolutos, puede hacer todo lo que desee con sus súbditos, incluso quitarles la vida con la venia de Dios.

En el mercado del matrimonio, ella no puede buscar su «media naranja» porque los hombres ante las leyes (redactadas por los hombres) son la «naranja completa». Tanto, que en los carnés de identidad los titulares han nacido solo de un progenitor: el padre. Con la misma «lógica», ella «porta en su útero» (haml) el feto del marido y al nacer el bebé pertenecerá solo al padre. Incluso si muere, será la familia paterna la que «herede» al niño. Obviamente, la esposa no podrá opinar sobre el lugar de residencia de la familia, ni de la educación de los hijos. Por si fuera poco, en cualquier momento el esposo podrá repudiarla (no existe el verbo «divorciarse») y no necesita alegar ningún motivo. También puede contraer matrimonio con infinitas mujeres, mientras ella solo puede solicitar «ser repudiada» a las autoridades que, en caso de considerarlo pertinente, ordenarán al marido romper la unión. Una vez repudiada, no recibirá nada de los «bienes gananciales», otro concepto inexistente: cada cónyuge entra en el matrimonio con su propia fortuna, y sale con ella. Un ama de casa, cuyo trabajo de interminables jornadas no es remunerada, será una divorciada destrozada psicológicamente (al sentirse rechazada y por perder a sus hijos) y será más pobre de cuando se casó. Y, aunque tenga formación en el mercado de trabajo, será la última en ser contratada y la primera en ser despedida. A pesar de esta inadmisible sometimiento de la mujer, la Sharia, que fija la edad nupcial para las niñas en torno a los 7 años, asegura que «debido a la desobediencia a sus maridos la mayoría de los habitantes del infierno son mujeres».

Ahora, y en este marco, se podrá entender el concepto real de mehr (en persa), mahr (en árabe) o mehir (en turco), que es:

  • Un bien material (dinero, joyas, posesiones), que el marido se compromete a entregar a la esposa cuando ella lo desee.
  • Debe de ser especificado en el contrato matrimonial, si no el acta será nula: el matrimonio es un contrato social basado en la desconfianza mutua.
  • Su monto se negocia entre los hombres de ambas familias y su cuantía dependerá de la edad de la niña o mujer, de ser de primera o de segunda mano (por la virginidad), su belleza, estatus social, nivel de educación, etc.
  • Con ello la mujer se convierte en la propiedad exclusiva del marido, mientras él nunca le pertenecerá a ella: el hombre puede tener infinitas parejas oficiales de forma simultánea.

La evolución de ‘mehr’

Al principio del siglo pasado, en Irán mehr era negociado entre las dos familias y consistía en un bagh (un terreno con árboles frutales), joyas, algunos kilos de oro, etcétera… cuya escritura era entregada a la novia junto con la firma del acta de matrimonio. A partir de la década de los 60 las mujeres empezaron a casarse por amor, que no por formar una familia, y se negaron a que se les pusiera un precio. Aun así, como era un concepto obligatorio para rellenar, los novios ponían, por ejemplo, «100 rosas y un Robaiyat de Omar Jayyam«.

La instalación repentina de una teocracia ultra misógina en 1978 y el triunfo de la contrarrevolución liderada por los ayatolás rompió este proceso: el capitalismo religioso y profundamente misógino, dirigido por el ayatolá Jomeini, anuló la Ley de Familia, resultado de un siglo de lucha feminista, y la sustituyó por un código hecho para la península arábiga del siglo VII: legalizaron la pedofilia, el negocio de la carne fresca humana, en nombre del matrimonio de niñas de 8 años con la venia de Dios, y después de reprimir duramente a las organizaciones feministas.

La última víctima de esta «caza de brujas» organizada ha sido Najmeh Vahedi, condenada a dos años de cárcel y acusada de «colaborar con el estado enemigo de América en el asunto de la mujer y la familia» al impartir clases en la universidad de Teherán sobre las condiciones que se pueden introducir en el acta de matrimonio islámico cuando el novio aún está enamorado. Como, por ejemplo, el derecho a trabajar, estudiar, elegir la vivienda, poder ingresar en hospital (¡no, no puede sin el permio del padre o marido!), utilizar medios anticonceptivos, decidir sobre el número de hijos a tener o el reparto de los bienes gananciales. Tachan estos derechos más elementales como la «conspiración colonialista» contra su esfuerzo de resucitar el medievo en Irán, mientras siguen comprando millones de teléfonos móviles, zapatillas de deporte o coches oficiales con cristales antibalas «Made in Occidente malo» para llevarse de paso suculentas comisiones opacas. Y, ¿les sorprende que las mujeres con el matrimonio blanco estén desafiado la sexualidad del islam?

Así las cosas, las jóvenes creen que exigir un mehr alto es una apuesta para no acabar debajo de un puente «cuando se acabe el amor». Por lo que, pedían, por ejemplo, una cantidad considerable de monedas de oro basada ​​en el cálculo numérico de su nombre (con la cábala) o la fecha de su nacimiento: lo habitual era de unas 700 a 1000 monedas (peso de la unidad: 8,13598 gramos)

Pero, a pesar de la justificación de la misoginia ocultada bajo el disfraz del llamado «feminismo islámico»mehr no es ninguna póliza de seguro para una mujer sin derechos. Sus dos únicas funciones reales consisten en:

  • «Mehram halal, chunam azad«: «Te condono mi mehr a cambio de salvar mi vida», es la frase que suelen pronunciar las solicitantes de divorcio.
  • Renunciar a esta propiedad a cambio de conseguir la custodia de los hijos, aunque se vean forzadas a prostituirse para alimentarlos, ante un desamparo absoluto y cruel. En caso de que ella solicite la separación, debe abonar el 5% del valor de su mehr para que su demanda sea cursada. Teniendo en cuenta que la mayoría de las mujeres iraníes no han recibido una remuneración por años de trabajo para el marido, la mayoría renuncia al proceso.

En 2008, una mujer solicitó a un tribunal de Teherán obligar a su exmarido a liquidar su deuda de 124.000 rosas rojas en concepto de mehr, unos 133.000 euros. La constante caída del precio del rial iraní es otro de los motivos del impago de mehr por los exmaridosEn 1979, 1 dólar estadounidense equivalía a 70 riales. Hoy hacen falta 250.000 riales para comprar un dólar (y 30.900 riales por un euro).

Aun así, recientemente, el régimen islámico ha arrebatado hasta este recurso a las mujeres, poniendo un techo de 110 monedas de oro a mehr y poder pagarlo la esposa a plazo, y una vez que la entreguen 14 unidades se librarán de la cárcel.

Cada día, unos 420 matrimonios se rompen en Irán por la infidelidad, problemas sexuales y el desempleo. De ello, cerca del 70% son solicitados por las esposas, el 3% por los hombres y el resto por mutuo acuerdo.

Medidas contra la cosificación de la mujer

  • Fijar la edad nupcial en 18 años; perseguir a los padres y los clérigos que casan a las menores.
  • Eliminar todas las leyes que consideran a la mujer una «disminuida psíquica» necesitada del permiso de un tutor varón.
  • Educación gratuita y universal para todas las niñas y los niños.
  • Proporcionar puestos de trabajo para las mujeres.
  • Un reparto igualitario de la herencia entre los hombres y las mujeres.
  • Eliminar la poliginia.
  • Asignar un sueldo a las amas de casa y visibilizar su aportación al PIB del Estado.
  • Gestión compartida de los asuntos financieros entre la pareja y el reparto igualitario de los bienes gananciales entre ellos.

La República Islámica de Irán ha tenido que ceder ante la lucha de la mujer contra el velo, mientras le aprieta la soga alrededor de su cuello en la Ley de Familia como venganza.

El primer paso para la liberación de la mujer es la separación definitiva y rotunda de la religión del Estado.

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