Emoción aliada que ha permitido y permite nuestra evolución y supervivencia a través de los siglos.
Nuestro cerebro emocional sigue teniendo a disposición las mismas respuestas instintivas desde los tiempos de las cavernas:
1. Huir físicamente, correr para escapar del enemigo. Salvo en caso de guerra o persecución, es difícil aplicar eso en nuestras sociedades “civilizadas” occidentales. ¿Puedo salir corriendo de la sala de reuniones frente a un jefe o colega depredador?
2. Paralizarse o esconderse para no ser visto. Eso sí que se practica mucho en nuestra sociedad y organizaciones. Desde el ejecutivo o mando medio, el empleado hasta el CEO. También ciertos Presidentes de Gobierno. ¿Os acordáis de Rajoy hablando a través del plasma en momentos de máxima tensión? El plasma como escondite.
O las numerosísimas organizaciones que en estos tiempos de Covid se han paralizado, aunque les demuestres que es el mejor momento para invertir en una plataforma tecnológica mucho mejor, o en talento que necesitan para afrontar las nuevas necesidades, no lo hacen. Son muchas. No sé qué va a pasar, tengo miedo, no me muevo.
3. Atacar. El Presidente Trump, todos los dictadores con sus políticas son el ejemplo viviente de esta respuesta
4. Agruparse. Las fusiones de empresas que crean oligopolios cargándose las bases del capitalismo. Los pactos de precios entre grandes corporaciones que impiden que haya competencia y gane el mejor, el gran principio del capitalismo.
Al responder con cualquiera de estas opciones simplemente como reflejo, sin mirar a la cara nuestro miedo y pensar en cómo manejarlo sabiamente, mientras organizamos charlas “motivacionales” con justificaciones para dar la de una falsa ausencia de miedo, creamos una mentira que todos quieren creerse sin conseguirlo realmente.
Y al negar el miedo emerge la rabia, que tiene infinitamente mejor prensa en nuestras sociedades occidentales.
Estamos en un mundo de individuos y empresas contenedores de toneladas de rabia para esconder el miedo. Empresas e individuos polvorines cuyos sistemas enferman de tanto contener rabia.
Por negación de la vulnerabilidad